Pablo Perona, un tomellosero de “narices”

Así se hizo la nariz del Quijote de Terry Gilliam para ‘El hombre que mató a Don Quijote’

Pablo Perona, un tomellosero de “narices”

El próximo 1 de junio se estrena en nuestro país una de las cintas más esperadas de las dos últimas décadas, ‘El hombre que mató a Don Quijote’, de Terry Gilliam.

Lokinn

Veinte años ha tardado su creador en parir este fenómeno que no dejará indiferente a nadie.

Y hablando de nuestro ilustre hidalgo, era de esperar que hubiera participación castellano-manchega, pero no solo hablamos de escenarios o localizaciones con molinos de fondo, sino de algo mucho más importante, las narices, en este caso las de uno de sus protagonistas, Jonathan Pryce.

Pablo Perona, un tomellosero de “narices”

Y en su creación, el tomellosero Pablo Perona ha tenido mucho que ver. Junto con su compañera Lucía Solana, han estado trabajando en este apéndice tan quijotesco desde que los eligieron para ello, gracias entre otras muchas cosas, a su bagaje de 9 años como maquilladores, o su reconocimiento en el sector, con su participación en películas como ‘Nadie quiere la noche’ de Isabel Coixet, con prótesis realmente complicadas y con la que ganaron, entre otros, un Goya al ‘Mejor maquillaje’.

“Nuestro papel a priori parece algo insignificante”, nos aseguraba Pablo en una entrevista concedida a soMos Castilla-La Mancha, pero lo cierto, añadía, es que “es lo más importante porque si no reconocemos a Don Quijote o no nos lo creemos, no hay película”.

Al parecer Terry, el director, tenía muy claro qué nariz quería, y fue él quien realizó los bocetos y el diseño, y Pablo y Lucía los “interpretaron” y le dieron ese “realismo” de una nariz de verdad.

Pablo Perona, un tomellosero de “narices”

“UN REGALO” Y UNA “RESPONSABILIAD” POR SER MANCHEGO

La película se estrena el próximo 1 de junio, y como es normal, “siendo manchego” ese día será un momento muy “especial e importante”, pero Pablo reconoce que también les da un poco de “miedo” por ver cómo se recibirá todo su trabajo y el del director. Además, para él ha supuesto “unirse un poquito más” a la figura de Don Quijote.

“Ha sido un regalo”, dice divertido, el poder participar en esto y recorrer con el equipo de rodaje localizaciones de ensueño, unas muy reconocibles, las de molinos manchegos, y otras no tantas, como Portugal o Fuenteventura. Y más si tenemos en cuenta, que la primera vez que Terry Gilliam intentó roda, hace 18 años, Pablo ya participó elaborando algunos de los decorados.

Además, le desean todo el éxito posible en salas, que al fin y al cabo es lo que cuenta, aunque eso sí, nos advierte de que cuando vayamos al cine a ver la película tengamos en cuenta que es una “adaptación muy libre, propia de la filmografía, las locuras y el mundo propio de su  director”.

UN DÍA DE RODAJE

Pablo Perona, un tomellosero de “narices”

Has sido sin duda un trabajo de narices. Pablo llegaba cada día al set de rodaje sobre las 6.00 horas, y cada jornada era en una ciudad, pueblo o lugar completamente diferentes. En ese momento comienzan a maquillar a Don Quijote, o en este caso, al actor que le da vida.

Un trabajo muy “meticuloso” porque es primordial que la prótesis creada por ellos “encaje a la perfección en la nariz del actor” y darle el mismo color, algo en lo que tardan unos 40 minutos, y lo más sorprendente, cada día hacen una nariz nueva cuando termina el rodaje.

Pero ahí no acaba todo. Una vez que le han puesto la nariz al “hidalgo”, a Pablo le toca ir detrás de él “todo el día como si fuera su lazarillo” para cuidar de su nariz, porque las condiciones de rodaje, nos explica, eran “muy duras”, con tormentas de arena, sol, sudor…

“Estamos muy contentos con el trabajo hecho con toda la película”, asegura, porque es un trabajo muy “duro y sacrificado”, que han “disfrutado” desde el primer hasta el último día.

Dentro de poco volveremos a hablar de él, porque están inmersos en varios proyectos cinematográficos nuevos. Mucha suerte, Pablo.

LA PELÍCULA

‘El hombre que mató a Don Quijote’ cuenta la historia de un anciano convencido de que es Don Quijote y que confunde a Toby, un ejecutivo publicitario, con su fiel escudero, Sancho Panza.

La pareja se embarca en un viaje extraño, con saltos hacia atrás y adelante en el tiempo, entre el actual siglo XXI y el mágico siglo XVII.

Poco a poco Toby, como el infame caballero, se va contagiando de ese mundo ilusorio incapaz de separar sueño y realidad.

El cuento culmina en un final fantasmagórico y emocional donde Toby toma el relevo de Don Quijote de la Mancha.

 

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